16.12.10

Trotamundos

Lo que me gusta de mi trabajo es que vendiendo un par de aritos de menos de diez pesos puedo conocer personas que jamás en la vida hubiera tenido la oportunidad. Hoy fue un día de esos que me enamoré de un cliente. Más que amor fue admiración a ese hombre entrecano y con lentes que esta mañana vino a comprar un par de aros para su mujer: cumplian un nuevo aniversario, el número 47. -Toda una vida- le dije; -Y si, la verdad es que en estos años vivimos más vidas de las que puedas imaginarte. Así comenzó esta historia, cuando un hijo de una aristocrática familia de inmigrantes italianos decide emprender su viaje como aventurero a las frías tierras de la patagonia. Ella era porteña pero su vocación de enseñar la llevó a un deshabitado pueblito cordillerano, donde daba clases en una humilde escuelita rural muy cerca de la frontera. Dicen que para enamorarse bien hay qe ir al sur, a ellos les resultó. No hizo falta pensarlo dos veces: él estaba convencido de que su mayor aventura comenzaba justo en el instante en que la conoció. Y no se equivocaba.
 Se casaron en su Buenos Aires Querido y elijieron Mar de Ajó como destino para pasar su Luna de miel. Se dedicaron al trabajo, día y noche convirtieron cada hora en ahorros. Y cuando la oportunidad se dió, volaron al continente viejo. Compraron un autito, uno muy humilde y emprendieron viaje. Pasarían los siguientes 5 meses durmiendo en un Fiat amarillo, recorriendo todas las rutas que se cruzaran en su camino. Berlín, París, Praga y Barcelona fueron testigos de estos simpáticos personajes sin nada que perder.
 Volvieron, pero sólo hasta poder juntar la plata necesaria para irse esta vez al país del águila dorada y San Francisco se convirtió en su lugar en el mundo. Él recorrió los Estados Unidos en el piso de un bus junto con amigos y cuando llegaron a Alaska la necesidad de verla pudo más. Sin dudarlo le dijo que ella era en el mundo todo lo que le interesaba y realmente no había nada que le hiciera más falta que tenerla cerca. Decidieron que era tiempo de proyectos en común, tuvieron dos hijos. Trabajaron, ahorraron, y se fueron. Festejaron el cumpleaños número 15 de su hijo menor, nuevamente se subieron al avión y en Lisboa compraron una camioneta familiar, ahora eran muchos más que dos. Él era habilidoso, con dedicación la metamorfosis dió lugar a una lujosa casa rodante y nuevamente en la ruta recorrieron caminos inciertos, esta vez Rusia estuvo incluida como destino. Fueron 365 días sobre ruedas y ni un momento desaprovechado, pero tenían claro que estos lujos no duran una eternidad y sse decidieron a regresar, las obligaciones son para ser respetadas.
 El hijo mayor se recibió de médico muy joven y hoy, especialista en infectología, es parte del cuerpo de médicos de Naciones Unidas y el menor por su parte es economista con master en Harvard, exitoso hasta la médula ahora forma parte del staff en el Fondo Monetario Internacional. -Tengo un hijo rico y otro pobre. me dijo, orgulloso. Con profesionales como hijos y un futuro asegurado, se decidieron a terminar lo que habian empezado. Recorrieron Mongolia a caballo, sobrevivieron una feroz tormenta de arena, durmieron en una tienda de beduinos y no dejaron de amarse ni un segundo.  Y ahñi estaban, luego de 47 años en Mar de Ajó nuevamente para festejar desde el inicio el comienzo de la aventura más maravillosa de sus vidas.
 Fueron quince minutos y juro que hubiera podido estar horas escuchando semejante relato con lujo de detalles, con los ojos bien abiertos y deseando algún día poder contar una historia semejante, mi propia historia.

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