3.4.11


Rodando lentamente cae como un cristal filoso, lastima profundo como todas las cosas que salen del corazón. Las primeras son siempre las que duelen más, luego uno se acostumbra a la sensación y lo que era dolor ahora se vuelve costumbre. Hay días en que las cicatrices, todas juntas, deciden sangrar un mar de penas y es cuando el agua llega al cuello que la gravedad de la situación se hace presente. Literalmente falta el aire y el aliento para seguir, no hay peor enemigo que el que se lleva adentro. Y tus pensamientos atravesando el aire tan rápido, todas las palabras que se mueren sin decir, todas las promesas que quedaron sin cumplir, tantas exigencias que no se pueden soportar, tantas ganas de escaparse corriendo a otro lugar sin siquiera poder moverse. Estática, gritando con los ojos las peores maldiciones y el miedo de no poder, ese monstruo gigante que nunca deja de crecer mientras infinitamente vas volviendote mas y más insignificante. Ya no existís, ya no sos y la historia ahora se escribe en tercera persona. Una fuerza oscura ahora tomo parte en tu cuerpo vacío y exhausto., un envase maltrecho que parece ya no querer resistir. Porque ha pasado mucho tiempo sin ver la luz del sol y entre tanta polución cuesta mucho encontrar una bocanada de aire. Y por el filo te vas resbalando, entre lagrimas te estás hundiendo. Perdiendo el control.  Nada que me motive, no existen razones que ameriten despegarme de este pasado pegajoso y absorbente que como un parásito está acabando conmigo. Así fui alguna vez.
Lo viví todo y ahora estoy del otro lado para contártelo. Contarte que mi pasado no me condena, sino que me construye día a día. Y quizás todas esas lágrimas junto con tantas expectativas frustradas eran necesarias para llegar hoy a donde estoy parada, exactamente donde quiero estar. Soy hoy lo que siempre quise ser, nada más y nada menos que lo que mejor me sale. Soy cicatrices, soy enriedos, soy una novela mexicana de las que pasan a las 3 de la tarde por un canal de aire nacional. Siempre en el límite, entre la tragedia griega y la comedia norteamericana, rozando lo bizarro pero con toques que siempre aportan cierto nivel de distinción.
 Porque tengo la certeza de que puedo ser tan fuerte e indestructible como Terminator y a la vez tan dócil e inocente como una princesa cautiva en la cima de la torre más alta del castillo. Tan encantadora como la pequeña Lulú pero tan calculadora y estricta como la maestra ciruela. Resumiendo: una doncella portadora de armas de fuego marchando a paso firme por la vereda del sol. Un quilombo, un licuado de frutillas condimentado con aceite y un poco de sal. Raro quizás al principio, no apto para personas fácilmente impresionables. Pero aunque parezca tal vez imposible, me funciona.  Soy lo que soy, lo que fui y lo que esta por ser. Soy todo y todo depende sólo de mí.

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